Situada en la bahía de Sídney, el monumento cultural se erige en Bennelong Point, un lugar con un rico pasado que incluye una colonia penitenciaria británica en el siglo 18 y un pequeño teatro de vodevil en el siglo 19, sin embargo, la Ópera de Sídney tomó forma hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
La visión de un gran centro de artes escénicas en Sídney, en sintonía con las ciudades europeas y estadounidenses, se materializó en 1956 cuando se lanzó un concurso internacional para su construcción.
El arquitecto danés Jørn Utzon, entonces relativamente desconocido, presentó el diseño ganador, que se convirtió en una maravilla arquitectónica, y aunque se esperaba que la construcción durara cuatro años, se extendió a 14 años debido a su complejidad.
Te puede interesar: La feria del libro más grande del mundo cancela premio a escritora palestina
La Ópera de Sídney no es solo un edificio, sino tres estructuras que albergan cinco teatros y estudios de ensayo, su distintiva cubierta, compuesta por 14 enormes “conchas”, rinde homenaje a los orígenes del lugar, donde los aborígenes recolectaban conchas.
Las conchas, recubiertas con más de un millón de azulejos de cerámica, se destacan con un patrón bicolor que contrasta con el azul del puerto de Sídney y el cielo australiano; otro aspecto único es su cristal especial para ventanas, hecho a medida para el edificio.
El interior es igualmente impresionante, con la sala principal diseñada originalmente para conciertos y ópera, con capacidad para 2 mil 600 espectadores, además, alberga el órgano más grande del mundo, que cuenta con más de 10 mil tubos y cinco teclados manuales.
Medio siglo después de su inauguración, la Ópera de Sídney sigue siendo un testimonio de la audacia arquitectónica y la visión artística, representando no solo a Australia, sino al mundo entero en su grandiosidad y singularidad.