Durante la misa en memoria de Bernardo Bravo Manríquez, líder limonero asesinado en Apatzingán, una voz femenina logró condensar el sentimiento de un sector que lleva años viviendo entre el trabajo y el miedo. Su esposa, frente a productores agrícolas, familiares y amigos, agradeció las muestras de apoyo y llamó a que el movimiento que su esposo encabezó no se apague con su ausencia.
“Queremos transmitir paz, queremos paz en nuestra sociedad. Hoy hacemos eco de tu voz, Bernardo, y no la dejaremos perder”, dijo con firmeza mientras los asistentes respondían con un aplauso sostenido.
Pidió que el legado de Bravo, basado en la organización, el trabajo y la defensa pacífica de los productores, se mantenga activo y sin desviarse hacia la violencia. Recordó que su esposo confió en el diálogo como herramienta de cambio y que su labor fue construir puentes, no enfrentamientos. “No buscamos revancha, sino continuidad. Queremos justicia y condiciones seguras para que nadie más tenga que pasar por esto”, expresó.
El caso de Bernardo Bravo exhibió con crudeza la vulnerabilidad de quienes representan al sector agrícola en Michoacán, una región donde el crimen organizado controla buena parte de la producción y comercialización de cultivos como el limón y el aguacate. Desde 2018, al menos siete productores, ingenieros o líderes rurales han sido asesinados por resistirse a las extorsiones o denunciar abusos.
A nivel nacional, se estima que entre el 10 y el 20 por ciento del costo final de los principales agroalimentos proviene de cuotas impuestas por grupos criminales. En estados como Michoacán, ese control ha trastocado la economía local, desplazado comunidades y forzado a los productores a operar bajo amenaza permanente.
Su intervención concluyó con un llamado directo a mantener activa la organización de productores y a exigir avances en la investigación del asesinato. Las autoridades estatales permanecieron en silencio durante la ceremonia, mientras familiares y compañeros de trabajo reiteraron su demanda de justicia en medio del resguardo policial que aún rodea a la región limonera de Apatzingán.
“La paz social es la verdadera justicia”: el mensaje que dejó la esposa de Bernardo Bravo
Durante la misa en memoria de Bernardo Bravo Manríquez, líder limonero asesinado en Apatzingán, una voz femenina logró condensar el sentimiento de un sector que lleva años viviendo entre el trabajo y el miedo. Su esposa, frente a productores agrícolas, familiares y amigos, agradeció las muestras de apoyo y llamó a que el movimiento que su esposo encabezó no se apague con su ausencia.
“Queremos transmitir paz, queremos paz en nuestra sociedad. Hoy hacemos eco de tu voz, Bernardo, y no la dejaremos perder”, dijo con firmeza mientras los asistentes respondían con un aplauso sostenido.
Pidió que el legado de Bravo, basado en la organización, el trabajo y la defensa pacífica de los productores, se mantenga activo y sin desviarse hacia la violencia. Recordó que su esposo confió en el diálogo como herramienta de cambio y que su labor fue construir puentes, no enfrentamientos. “No buscamos revancha, sino continuidad. Queremos justicia y condiciones seguras para que nadie más tenga que pasar por esto”, expresó.
El caso de Bernardo Bravo exhibió con crudeza la vulnerabilidad de quienes representan al sector agrícola en Michoacán, una región donde el crimen organizado controla buena parte de la producción y comercialización de cultivos como el limón y el aguacate. Desde 2018, al menos siete productores, ingenieros o líderes rurales han sido asesinados por resistirse a las extorsiones o denunciar abusos.
A nivel nacional, se estima que entre el 10 y el 20 por ciento del costo final de los principales agroalimentos proviene de cuotas impuestas por grupos criminales. En estados como Michoacán, ese control ha trastocado la economía local, desplazado comunidades y forzado a los productores a operar bajo amenaza permanente.
Su intervención concluyó con un llamado directo a mantener activa la organización de productores y a exigir avances en la investigación del asesinato. Las autoridades estatales permanecieron en silencio durante la ceremonia, mientras familiares y compañeros de trabajo reiteraron su demanda de justicia en medio del resguardo policial que aún rodea a la región limonera de Apatzingán.