Durante mucho tiempo, las enfermedades autoinmunes se han considerado un “error” del sistema inmunitario, un ataque interno del cuerpo contra sí mismo; sin embargo, investigaciones recientes desafían la visión tradicional, sugiriendo que el sistema inmunitario podría estar respondiendo a amenazas reales, aunque con daños colaterales.
¿Qué pasaría si, en lugar de un fallo intrínseco, la autoinmunidad fuera una defensa contra factores externos?
Esa nueva perspectiva plantea que las enfermedades autoinmunes serían, en realidad, síntomas de la exposición a factores ambientales dañinos, donde el daño a tejidos sanos es un efecto secundario de la batalla.
Si bien la predisposición genética juega un papel, el entorno se revela como un protagonista más importante en el desarrollo de estas patologías, que se presentan de diversas formas, desde la tiroiditis de Hashimoto (que afecta un solo órgano) hasta el lupus (una enfermedad sistémica).
El aumento de estas enfermedades, especialmente en mujeres, y la dificultad en su diagnóstico temprano, subrayan la urgencia de comprender mejor sus orígenes.
El mimetismo molecular
Las investigaciones apuntan al “mimetismo molecular” como un mecanismo clave. Este fenómeno ocurre cuando moléculas externas, similares a las del propio cuerpo, activan respuestas autoinmunes.
En lugar de un ataque “erróneo” a las células propias, se trataría de una confusión causada por la similitud molecular entre el agente externo y los tejidos del organismo.
Ese matiz es de suma importancia para la acción médica; si el problema radica en el entorno, la solución debe enfocarse en modificar los hábitos y el entorno del paciente.
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Un ejemplo que ilustra esta teoría es el gluten. Un estudio de 2021 exploró la similitud entre el gluten y las proteínas de patógenos microbianos, sugiriendo que el gluten contiene componentes que inducen una respuesta inflamatoria similar a la de algunas bacterias.
Otro trabajo, publicado en 2023, encontró una bacteria que podría estar relacionada con el desarrollo de diabetes tipo 1, activada por la digestión del gluten y capaz de provocar la enfermedad.
El gluten: ¿víctima o verdugo?
Según esas hipótesis, el daño que causaría el gluten no se debería a un fallo del organismo, sino a un desequilibrio de la microbiota intestinal, consecuencia de la exposición a factores ambientales modernos.
Este desequilibrio, a su vez, desencadenaría una respuesta inmune mal dirigida.
Estudios sugieren que reducir o eliminar el gluten también mejora síntomas de enfermedades no celíacas, como la tiroiditis y la pancreatitis autoinmunes.
La nueva perspectiva subraya una interacción compleja entre el medio ambiente, la microbiota, la genética y la salud humana; en lugar de ser meros errores del sistema inmunitario, las enfermedades autoinmunes podrían ser una señal de que nuestro estilo de vida moderno es incompatible con nuestra biología ancestral.
Por ello, los investigadores enfatizan la importancia de un estilo de vida saludable, incluyendo la práctica regular de ejercicio, una dieta baja en procesados y la residencia en áreas con menor contaminación, como las zonas rurales, para reducir la incidencia de estas enfermedades.