Las fuertes precipitaciones que desde hace días impactan al sudeste asiático han provocado una de las emergencias más graves de la región en los últimos años. Inundaciones repentinas y deslizamientos de tierra han dejado casi 600 personas fallecidas, mientras cientos más continúan desaparecidas en zonas donde el acceso se ha vuelto prácticamente imposible por el colapso de caminos, puentes y viviendas.
Las primeras evaluaciones señalan que Indonesia concentra buena parte de las afectaciones por el desbordamiento de ríos y el deslave de laderas inestables que arrasaron aldeas enteras. En Tailandia, varias provincias permanecen bajo alerta máxima ante el aumento del nivel del agua que ha obligado al desplazamiento de miles de familias.
En Sri Lanka, equipos de emergencia trabajan contrarreloj en áreas rurales donde comunidades completas quedaron aisladas por la combinación de lluvias torrenciales y fallas en la infraestructura.
Las autoridades de los tres países han desplegado operativos de búsqueda y rescate con el apoyo de voluntarios y organizaciones humanitarias. No obstante, las labores avanzan con dificultad debido a las condiciones del terreno y a la persistencia de tormentas que limitan el uso de helicópteros y embarcaciones.
Organismos internacionales han expresado preocupación por el riesgo de brotes sanitarios y por la falta de suministros esenciales en refugios temporales.