Desde los mitos escandinavos hasta las páginas de las obras de autores contemporáneos, los elfos han fascinado la imaginación de generaciones.
Esos seres, originalmente representados como figuras traviesas en el folklore, han evolucionado para convertirse en personajes de gran belleza, poder y misterio, alcanzando protagonismo en la literatura moderna, especialmente a partir de la obra de J.R.R. Tolkien.
El legado de Tolkien, con figuras como Legolas y Arwen, ha moldeado la percepción de los elfos, presentándolos como nobles y armoniosos guardianes de la naturaleza.
Sin embargo, su imagen ha variado a lo largo del tiempo; Jorge Luis Borges ofreció una visión oscura, describiéndolos como entidades malévolas que son responsables de causar pesadillas.
Los elfos, según la mitología nórdica, pueden ser considerados como guardianes de los bosques, simbolizando la belleza y el misterio del mundo natural.
A pesar de que la popularidad de Tolkien consolidó la idea de elfos benevolentes vinculados a la naturaleza, escritores posteriores decidieron explorar facetas más sombrías de estos seres.
En Islandia, la cultura popular sigue influyendo en la creencia de los elfos, conocidos localmente como huldufólk.
Según una leyenda, parte de los hijos de Eva fueron ocultados por la madre, quedando así fuera de la vista del creador.
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Esa historia continuó manifestándose en la cultura islandesa en el respeto que se les tiene a las moradas élficas.
Se estima que alrededor del 60 % de la población cree en la existencia de estos seres, lo que ha llevado a muchas personas a investigar la geografía y la topografía antes de realizar nuevas construcciones, para evitar dañar los hogares de los elfos.
La Edda prosaica menciona dos tipos principales de elfos: los ljósálfar, benévolos y deslumbrantes, y los svartálfar, que habitan en tinieblas y evitan la luz.
Einar Ólafur Sveinsson, en su obra “The Folk-Stories of Iceland”, señala que los elfos constituyen el “segundo mayor grupo de espíritus de la naturaleza” en el folclore islandés, sugiriendo que poseen un tamaño y aspecto humano, aunque su naturaleza es ambivalente, pudiendo ser tanto generosos como vengativos.
Históricamente, los elfos fueron considerados deidades menores, a quienes se les rendía culto, como durante la festividad del Álfablót. Algunas leyendas incluso sugieren que nobles podían convertirse en elfos tras su muerte, y aquellos con sangre élfica eran vistos como seres extraordinarios.
Sin embargo, la llegada del cristianismo transformó radicalmente su imagen, asociándolos a demonios y convirtiéndolos en criaturas invisibles que causaban terror.
La reputación de los elfos resurgió en el siglo XX, gracias a autores como Lord Dunsany y J. R. R. Tolkien, quienes les devolvieron su dignidad y esplendor.
Tolkien, inspirado por mitologías nórdicas y celtas, reinventó a los elfos como seres inmortales, sabios y bellos, arraigados en una conexión profunda con la naturaleza.
A partir de entonces, su imagen ha continuado evolucionando, y autores como Neil Gaiman y Michael Moorcock han explorado aristas tanto luminosas como oscuras de estos seres.