Casi seis décadas después del asesinato de John F. Kennedy, la historia todavía respira entre carpetas selladas y tinta envejecida.
Esta semana, la congresista republicana Anna Paulina Luna destapó más de 380 páginas de archivos soviéticos desclasificados que el embajador ruso Alexánder Darchiev le entregó personalmente.
En esos documentos, el mundo que se paralizó en 1963 parece seguir buscando explicaciones. Uno de los hallazgos más curiosos es el dibujo de un “puente de la paz” que uniría Alaska con Rusia por el estrecho de Bering.

La nota, fechada el 26 de noviembre de ese año, apenas días después del disparo en Dallas, lleva un mensaje manuscrito dirigido a Nikita Jrushchov: “El puente Kennedy-Jrushchov para la paz mundial podría y debería construirse de inmediato.”
El enviado especial del Kremlin, Kiril Dmítriev, retomó la idea con ironía contemporánea: con tecnología como la de The Boring Company, de Elon Musk, -dijo- aquel puente podría transformarse hoy en un “túnel Putin-Trump”, capaz de unir Eurasia y América por menos de ocho mil millones de dólares.
Entre los más de cien documentos también aparecen conversaciones entre Jrushchov y el entonces secretario de Estado estadounidense, Dean Rusk, así como telegramas cifrados del embajador Anatoli Dobrynin y de Anastás Mikoyán, quien viajó a Washington para representar a Moscú en el funeral de Kennedy.
Papeles que, más que cerrar un misterio, parecen recordarle al mundo que las sombras de la Guerra Fría nunca se archivan del todo.
 
                             
                        