Los que sí llegaron: la migración inversa en Tierra Caliente
evangelio | 8 julio, 2025

Durante décadas, Michoacán ha sido una de las principales regiones expulsoras de migrantes en México. Municipios como Apatzingán, Aguililla, Tepalcatepec y Buenavista concentran parte de los flujos más persistentes hacia Estados Unidos, motivados por la falta de oportunidades, la violencia rural y la estructura económica centrada en las remesas. Sin embargo, en años recientes, esa narrativa se ha fracturado: el flujo migratorio ha comenzado a invertirse.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Migración (INM) y datos procesados por la Secretaría del Migrante del Estado, el número de michoacanos retornados creció 28 % entre 2022 y 2024. Buena parte de estos retornos se ha concentrado en la región de Tierra Caliente, una de las más afectadas históricamente por el desplazamiento forzado y la actividad criminal organizada.

Aunque los retornos por deportación siempre han existido, lo que sorprende ahora es la magnitud del fenómeno y su creciente diversidad. No se trata únicamente de personas detenidas en frontera, sino también de familias que deciden volver por iniciativa propia, impulsadas por razones económicas, legales o emocionales. El endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos —incluyendo operativos de detención exprés, restricciones al asilo y vigilancia en comunidades latinas— ha generado un clima hostil que acelera el retorno, en muchos casos, sin condiciones dignas de reintegración.

Tierra Caliente: regresar sin garantía

La paradoja es evidente. Muchas de las personas que ahora regresan huyeron precisamente de Tierra Caliente por razones de seguridad. Volver no significa que la situación haya mejorado, sino que el norte ha dejado de ser una alternativa viable. Aun con presencia militar y programas de vigilancia, municipios como Tepalcatepec y Aguililla siguen registrando enfrentamientos, desplazamientos internos y control territorial por parte de grupos criminales.

No obstante, estos lugares han recibido durante los últimos dos años a un número creciente de migrantes retornados. En muchos casos, su regreso es silencioso, sin apoyo institucional y con pocos medios para rehacer su vida. Las autoridades estatales ofrecen algunos programas, como Palomas Mensajeras, enfocados principalmente en adultos mayores; pero para los migrantes retornados más jóvenes, los mecanismos de apoyo son limitados o inexistentes.

Lo que significa volver

Volver no siempre es reconstruir. En muchos casos, implica comenzar desde cero en el mismo lugar del que se huyó. Algunos retornados intentan abrir pequeños negocios con los ahorros que traen consigo. Otros se insertan en el mercado informal. Hay quienes regresan con conocimientos adquiridos en el extranjero, pero no logran validarlos ni traducirlos en empleo formal.

De acuerdo con el Diagnóstico de la Política Migratoria de Michoacán 2023–2024, elaborado en conjunto con la Unidad de Política Migratoria del gobierno federal, más del 60 % de los migrantes retornados al estado no acceden a ningún tipo de atención o acompañamiento institucional. Además, una proporción significativa experimenta dificultades de salud mental, ruptura de vínculos familiares o estigmatización social.

En Tierra Caliente, estos retornos son especialmente complejos. La inseguridad, la precariedad de los servicios y la fragmentación comunitaria dificultan cualquier esfuerzo sostenido de reinserción. Muchos regresan a casas que ya no existen, a tierras disputadas, a comunidades marcadas por la desconfianza.

La cara invisible del retorno

A pesar de su impacto creciente, la migración de retorno sigue siendo un fenómeno poco documentado y débilmente atendido. La narrativa pública y las políticas siguen enfocadas en quienes se van, en las remesas que envían y en la protección consular en Estados Unidos. Pero quienes regresan, voluntaria o forzadamente, lo hacen en condiciones de invisibilidad.

Tampoco hay una política clara para aprovechar sus capacidades: ni certificaciones para sus saberes técnicos, ni estrategias de empleabilidad, ni planes de vivienda para quienes llegan con poco más que una maleta.

Michoacán, tierra de partida durante generaciones, hoy enfrenta el desafío de ser también tierra de retorno. Y si no se reconoce esa realidad con políticas públicas adecuadas, lo que se convertirá en estructural será el abandono doble: allá y aquí.

Porque migrar también es volver, y nadie debería volver a la nada.

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