En un contexto donde el cambio climático se manifiesta con mayor intensidad, los viajeros frecuentes tienen razones de peso para preocuparse por el futuro del transporte aéreo.
El deshielo de los glaciares, los climas más intensos, la reducción de hábitats y el aumento de la temperatura del mar son solo algunas de las consecuencias que afectan al planeta. A eso se suma que los viajes en avión representan aproximadamente el 3.5 % de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la actividad humana.
Recientemente, las turbulencias extremas han acaparado los titulares tras incidentes que involucraron a aerolíneas como Singapore Airlines, Air Europa y Qatar Airways. Esos eventos han resultado en lesiones graves, fracturas e incluso muertes por infartos a bordo.
La frecuencia de estos episodios ha aumentado, lo que refleja cómo las condiciones climáticas adversas están afectando la seguridad de los vuelos.
Te puede interesar: 10 personas no abordaron avión que se estrelló, por confundir aerolínea
Según expertos, se prevé que las temperaturas extremas, tanto altas como bajas, sean cada vez más habituales. Aunque los aviones pueden operar en condiciones de lluvia intensa, esta puede reducir la visibilidad del piloto, complicando el despegue y el aterrizaje y aumentando el riesgo de accidentes.
Además, muchos aeropuertos, situados en áreas bajas y propensas a inundaciones, ya están experimentando problemas debido a la creciente cantidad de precipitaciones.
El aumento de las temperaturas superficiales y las olas de calor también están repercutiendo directamente en la capacidad de los aviones para despegar.
El calentamiento de la atmósfera provoca que el aire sea menos denso, lo que requiere más espacio en las pistas y limita el peso de la carga; de esa manera, los vuelos se ven afectados en su eficiencia y operaciones.
El cambio climático también impacta en la duración de algunos vuelos. La intensificación de la corriente en chorro produce vientos contrarios más fuertes, especialmente en las rutas hacia el oeste, lo que se traduce en viajes más prolongados y menos eficientes.
Sin embargo, ante ese sombrío panorama, hay un rayo de esperanza. Reducir nuestra dependencia del transporte aéreo, especialmente en un momento donde la seguridad de los vuelos se ve comprometida, podría ser un paso significativo para mitigar los efectos más gravosos del cambio climático.