Las lluvias más intensas en años han dejado a México sumido en una de sus peores emergencias recientes. A más de una semana del inicio del temporal, el gobierno federal actualizó la cifra a 76 personas fallecidas y 39 desaparecidas, en medio de una crisis que mantiene comunidades enteras bajo el lodo, sin electricidad ni acceso a agua potable.
Las precipitaciones torrenciales, provocadas por una combinación de frentes fríos y humedad tropical, golpearon con fuerza los estados de Veracruz, Hidalgo, Puebla, Querétaro y San Luis Potosí. En Veracruz, municipios como Álamo y Poza Rica se convirtieron en paisajes de ruinas; en Hidalgo, familias enteras siguen escarbando entre los restos de sus viviendas sin saber si sus nombres figuran entre los desaparecidos.
Las lluvias desbordaron ríos, destruyeron carreteras y sepultaron hogares bajo deslaves. Según Protección Civil, más de 15 mil viviendas resultaron dañadas y al menos 5 mil personas permanecen en albergues temporales. Las labores de rescate continúan en zonas rurales donde los accesos están bloqueados y la ayuda llega lentamente por vía aérea.
El Servicio Meteorológico Nacional confirmó que el volumen de agua acumulado en los últimos días supera el promedio mensual de octubre, un registro que refleja la nueva normalidad climática del país: eventos más extremos, más frecuentes y más difíciles de anticipar.
Mientras el gobierno federal asegura que la ayuda humanitaria y militar se ha desplegado con rapidez, autoridades locales y organizaciones civiles denuncian demoras y falta de coordinación. En varios municipios, los habitantes reclaman que los apoyos oficiales llegan con lentitud o se concentran en las cabeceras urbanas.
Los cuerpos de emergencia trabajan contrarreloj para localizar a los desaparecidos, remover toneladas de escombros y restablecer servicios básicos. Sin embargo, los especialistas advierten que la reconstrucción tomará meses y que los daños podrían agravarse con nuevas precipitaciones previstas para el Golfo y el centro del país.
Más allá de las cifras, el desastre expone la vulnerabilidad estructural de vastas regiones ante fenómenos naturales que cada año se vuelven más violentos. La falta de planeación urbana, el abandono de sistemas de drenaje y la deforestación en zonas altas hacen que cada tormenta tenga efectos más devastadores.
México enfrenta no solo la furia del clima, sino las grietas de su propia infraestructura.