En vísperas del Día de Muertos, el gobierno de Michoacán anunció la entrega de apoyos culturales por cerca de cuatro millones de pesos a 54 municipios y comunidades indígenas, con el propósito de sostener lo que el turismo no puede comprar: la autenticidad de las tradiciones que dan identidad al estado.
Durante el acto, el secretario de Turismo, Roberto Monroy García, advirtió que la mayor amenaza para el patrimonio michoacano no es la falta de visitantes, sino la pérdida de sentido que llega cuando la tradición se convierte en espectáculo. Por ello, insistió en la necesidad de fortalecer las expresiones locales sin caer en la comercialización excesiva ni en la “transculturización” que diluye su esencia.
La estrategia busca respaldar directamente a los pueblos que mantienen vivas sus celebraciones, desde la zona lacustre de Pátzcuaro hasta las comunidades del oriente y la sierra. Los apoyos se destinarán a talleres de barro blanco, elaboración de arcos florales, cocina tradicional y producción de ofrendas, actividades que sostienen la economía comunitaria y el legado simbólico de la Noche de Muertos.
Monroy destacó que la festividad, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, nació en Michoacán y conserva aquí su raíz más profunda. “El turismo es bienvenido, pero debe venir a mirar con respeto lo que somos”, dijo el funcionario, en alusión al reto de equilibrar la derrama económica con la preservación espiritual y ambiental.
El contexto histórico refuerza esa advertencia. La tradición de honrar a los muertos tiene en Michoacán raíces prehispánicas ligadas a los pueblos purépechas, quienes concebían la muerte como una continuación de la vida. Con la llegada del catolicismo, las ofrendas, velas y arcos florales se fundieron con el culto a Todos Santos, dando origen a una de las celebraciones más emblemáticas de México.
Hoy, en pleno siglo XXI, ese equilibrio entre fe, memoria y turismo se mantiene frágil. Los pueblos ribereños del lago de Pátzcuaro siguen siendo el epicentro simbólico de la celebración, pero también los más expuestos a la presión comercial. Por eso, el programa busca que los recursos lleguen a las comunidades que conservan los rituales en su forma más genuina, lejos de la parafernalia turística.
La apuesta es clara: que el Día de Muertos siga siendo, ante todo, un acto de memoria colectiva. Porque en Michoacán, más que una postal para visitantes, la tradición sigue siendo un diálogo vivo entre los que se quedaron y los que partieron.