Morelia vertical: el auge de los departamentos de lujo y la ciudad que se levanta para pocos
evangelio | 29 junio, 2025

La Morelia que crece no lo hace para todos. En los últimos cinco años, la ciudad ha experimentado un auge sostenido en la construcción de desarrollos verticales: torres de departamentos, complejos de usos mixtos y viviendas premium se levantan en zonas como Altozano, Camelinas y Lomas de Santa María. Este fenómeno, que responde a un discurso de modernización urbana, ha sido presentado por las autoridades como una solución “inteligente” al crecimiento desordenado. Pero detrás de la narrativa del aprovechamiento del espacio vertical, hay otra historia: una ciudad que se eleva para los sectores de mayor ingreso, mientras amplía la brecha territorial, económica y de acceso a servicios para los demás.

Según el Censo 2020 del INEGI, solo el 5.6 % de las viviendas en Morelia corresponden a edificios de más de tres niveles. Aunque el porcentaje parece menor, los nuevos desarrollos se concentran en zonas privilegiadas con acceso a infraestructura consolidada, no en los sectores con necesidad habitacional real. La mayoría de las viviendas verticales que se están construyendo son de lujo, pensadas para un mercado de alto poder adquisitivo, mientras en las periferias se expande la vivienda horizontal de interés social con acceso limitado a agua, transporte o servicios públicos.

El Programa Municipal de Desarrollo Urbano 2022–2041 establece restricciones de altura por zona, uso de suelo y densidad. Sin embargo, la aplicación práctica de estos criterios ha sido desigual. Urbanistas locales han señalado que los permisos se otorgan con discrecionalidad, y que muchos proyectos verticales se aprueban en zonas donde la infraestructura ya está al límite. El IMPLAN ha alertado desde 2019 sobre la necesidad de detener la expansión urbana dispersa, pero también advierte que la verticalización sin reglas claras puede reproducir otros problemas: segregación, especulación y presión ambiental.

Presión sobre agua y servicios

El crecimiento vertical no es neutro en términos de impacto. Las torres habitacionales concentran consumo de agua potable, generan mayor demanda de energía eléctrica, y producen más residuos sólidos. Según datos del IMPLAN, la mancha urbana de Morelia se ha incrementado más de 220 % en las últimas cuatro décadas, lo que ya afecta la recarga hídrica de zonas como La Mintzita. Aunque la verticalización promete optimizar el uso del suelo, en muchos casos solo traslada la presión a sistemas que ya están comprometidos. El organismo operador de agua potable (OOAPAS) ha reconocido dificultades para abastecer colonias de crecimiento reciente, aunque no ha detallado públicamente el impacto específico de las nuevas torres de lujo.

La ciudad que excluye desde arriba

Uno de los efectos más visibles de esta tendencia es la exclusión vertical: la ciudad crece hacia arriba, pero no hacia todos lados. La mayoría de los nuevos edificios se ubican en zonas cerradas, con vigilancia privada, amenidades internas y acceso restringido. Lejos de integrarse al entorno, muchos de estos desarrollos actúan como islas. La idea de ciudad compacta se convierte, en la práctica, en ciudad fragmentada: cada torre con su propio mundo, sin conexión con el espacio público ni con los barrios populares colindantes.

Especulación inmobiliaria disfrazada de desarrollo

El discurso de modernidad encubre, muchas veces, una lógica de inversión: construir en altura donde el valor del suelo garantiza alta plusvalía, no donde hay déficit de vivienda o necesidad de reordenamiento urbano. Los desarrolladores buscan rentabilidad, y el municipio ha carecido de políticas claras para dirigir este impulso hacia zonas estratégicas. Aunque el Plan Municipal de Desarrollo proyecta la necesidad de más de 100 000 viviendas nuevas hacia 2041, gran parte de las que se están construyendo no responden a criterios de inclusión ni sostenibilidad urbana, sino a la lógica del negocio.

La verticalidad no es un error urbano, pero tampoco es una solución en sí misma. Bien planeada, puede ser herramienta de inclusión, movilidad eficiente y recuperación del espacio público. Pero como se está implementando en Morelia, la verticalización repite un patrón de desigualdad: crece sobre lo ya consolidado, favorece a quienes más tienen, y deja intacta la falta de servicios en colonias que siguen creciendo en la periferia sin drenaje ni transporte.

Morelia puede crecer en altura, pero necesita crecer también en justicia urbana. Una ciudad no se mide solo en metros construidos, sino en cuánta de esa altura le pertenece a todos.

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