Esta semana se registraron temperaturas históricas que superan los récords de julio del año pasado, consolidando un patrón de 13 meses consecutivos como los más calurosos desde que se llevan registros.

Dicho aumento de temperatura no solo afecta al medio ambiente, sino que también repercute de manera significativa en el entorno laboral.

De acuerdo con un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el número de trabajadores expuestos a olas de calor ha experimentado un incremento del 66 % en las últimas dos décadas, alcanzando la cifra de 231 millones de personas a nivel mundial.

Ese fenómeno ha provocado que cada vez más empleados enfrenten el estrés térmico en sus lugares de trabajo, un problema que se ha extendido por diversas industrias y regiones.

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Particularmente en el continente americano, se ha registrado un aumento en las lesiones laborales provocadas por el estrés térmico, un hecho que puede estar relacionado con el incremento de las temperaturas en áreas donde la población trabajadora no estaba acostumbrada a tales condiciones climáticas.

“El estrés térmico es un asesino invisible y silencioso que puede causar rápidamente enfermedad, insolación o incluso la muerte. Con el tiempo, también puede provocar graves problemas cardíacos, pulmonares y renales a los trabajadores”, advierte el estudio de la OIT.

La OIT estima que ese fenómeno podría costar a la economía de los países hasta 1.5 % de su Producto Interno Bruto (PIB).

Sin embargo, implementando medidas adecuadas centradas en garantizar la seguridad y salud de la fuerza laboral, se podrían generar ahorros a nivel global de hasta 361 mil millones de dólares, evitando pérdidas de ingresos y gastos relacionados con tratamientos médicos.