Hace tres años se disputaba la final por equipos de la gimnasia artística entre Estados Unidos y Rusia. El escenario eran los Juegos Olímpicos de Tokio y las miradas del mundo estaban sobre la mejor exponente de la disciplina: Simone Biles.
Sin embargo, en la Arena pasó algo inesperado: la ganadora de siete medallas olímpicas y 19 veces campeona del mundo decidió abandonar sin más la competencia. En su rostro había lágrimas y señales claras de ansiedad.
Rusia se llevó la gloria, pero ya poco importaba, pues la atleta había puesto sobre la mesa un problema del que poco se habla en el deporte de alto rendimiento: la salud mental.
“Después de la actuación que hice, simplemente no quería seguir. Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente, creo que la salud mental es más importante en los deportes en este momento. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”, expresó en aquel episodio histórico.
Al paso de los días, la revelación sería más detallada. La atleta padecía “twisties”, lo que se traduce como un bloqueo mental de alto riesgo en el que las gimnastas pierden la orientación en el aire.
Te puede interesar: Ansiedad: ¿cómo afecta a los trabajadores y cuáles son sus consecuencias?
Tras aquella decisión que muchos calificaron como valiente, la estadounidense se retiró por un tiempo de las competencias, hasta que el año pasado decidió regresar y ganar su boleto para París.
A sus 27 años, Simone Biles sigue apareciendo como la gran favorita para conquistar sus pruebas. Junto a Suni Lee, Jordan Chiles, Jade Carey y Hezly Rivera, han conformado el equipo norteamericano.
Será el día de mañana cuando Biles haga su debut en los Juegos Olímpicos, donde tratará de avanzar a cuatro finales y conseguir el mismo número de medallas, pero sobre todo, demostrarle al mundo y a ella misma que le ha ganado la competencia, a la ansiedad y a los “twisties”.