Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel desde hace un año, aliado de ultraortodoxos y ultranacionalistas, podría acabar con su carrera política debido a la guerra en Gaza, y sectores sociales ya piden nuevas elecciones.

Analistas creen que aunque esquivó un histórico movimiento de protesta antigobierno, Netanyahu no podrá soportar el desbalance que la situación en Palestina provoca.

Su llegada al gobierno de Israel es algo “que ni él esperaba, le hizo perder contacto con la realidad. Pensó que sería inmune, que podría hacer lo que quisiera”, explica el exasesor y exjefe de personal de Netanyahu entre 1997 y 2005, Aviv Bushinsky.

Promesas como vencer al terrorismo, debilitar los esfuerzos nucleares de Irán (principal enemigo de Israel), así como impulsar al potente sector de la alta tecnología y extender las relaciones diplomáticas con el mundo árabe, fueron la bandera al llegar al gobierno.

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Sin embargo, a decir de la editorial del Yedioth Ahronoth, el diario en hebreo de mayor circulación, “Netanyahu, siempre fuerte cuando se trata de hablar, también es el hombre que nunca cumple”.

Con el estallamiento de la guerra en Gaza contra Hamás se perdió el ansiado pacto de normalización de relaciones con Arabia Saudí; también se convulsionaron los vínculos entre Israel con países árabes, incluso con Turquía.

Según lo que menciona el jefe del Foro de Estudios Palestinos en el centro de investigación Moshe Dayan, Michael Milstein, la guerra en Gaza promulgará “el último capítulo de la carrera” política de Netanyahu.

Los analistas consideran que aunque Israel gane la guerra, Netanyahu deberá dimitir, por presión social, igual que la exprimera ministra Golda Meir tras la guerra de Yom Kipur, hace medio siglo.

Una encuesta reciente del Instituto de Democracia de Israel revela que 69 % de los israelíes quiere elecciones después de la guerra, eso significa que la mayoría desea que Netanyahu deje el cargo.