Desde el año 2020 hasta el 2022, se observó un notable incremento en los diagnósticos de TDAH en mujeres de entre 23 y 49 años, casi duplicándose en comparación con años anteriores.
Existen tres subtipos de TDAH: hiperactivo, desatento y combinado. En general, las niñas y mujeres suelen presentar el subtipo desatento, caracterizado por la desorganización, olvidos y dificultad para iniciar y mantener tareas.
Incluso cuando las niñas manifiestan síntomas hiperactivos o combinados, suelen ser diferentes a los observados en niños, como hablar en exceso, jugar con el pelo o agitar las piernas constantemente, además de mostrar una reactividad emocional.
A pesar de que muchas chicas con TDAH pueden destacar en la escuela, a menudo experimentan dificultades, como la incapacidad de concentrarse durante semanas y tener que hacer un gran esfuerzo para completar tareas de manera efectiva.
Es común que los síntomas de las niñas y mujeres con TDAH se malinterpreten como problemas emocionales o de aprendizaje, lo que disminuye las posibilidades de que reciban una evaluación adecuada y el tratamiento necesario.
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Las percepciones erróneas contribuyen a que muchas niñas con TDAH no sean identificadas ni tratadas hasta la edad adulta.
A medida que las mujeres entran en la edad adulta, se incrementan las demandas sobre las habilidades ejecutivas, lo que puede dificultar la identificación de los síntomas de TDAH.
La hiperactividad podría manifestarse como intranquilidad interna, la falta de atención podría percibirse como problemas para finalizar tareas o cumplir plazos, y la impulsividad podría presentarse como dificultad para administrar un presupuesto.
A pesar de enfrentar tantos desafíos, muchas mujeres con TDAH pueden mostrar un comportamiento de alto rendimiento y perfeccionismo en apariencia. Sin embargo, las consecuencias de un diagnóstico incorrecto pueden ser graves.
En comparación con personas neurotípicas, las mujeres con TDAH tienen una mayor probabilidad de experimentar ansiedad, depresión, abuso de sustancias y trastornos alimentarios.
Además, tienen cinco veces más riesgo de sufrir violencia de pareja, siete veces más probabilidad de intento de suicidio, y tasas más altas de embarazos no deseados o precoces.