Las fobias específicas se definen como un miedo extremo hacia objetos o situaciones que, en la mayoría de los casos, no suponen un peligro real, pero ese tipo de terror puede generar ansiedad, llevando a los afectados a evitar cualquier situación relacionada con el objeto de su temor.
A diferencia de episodios temporales de ansiedad, como el nerviosismo previo a una presentación o un examen, las fobias específicas pueden persistir a lo largo del tiempo.
Sin la intervención adecuada, es posible que estas fobias acompañen a una persona durante toda su vida, afectando su calidad de vida y sus relaciones interpersonales.
Entre las fobias más comunes se encuentran el miedo a viajar en avión, conducir, estar en espacios cerrados o asistir a la escuela.
También incluyen temores relacionados con la naturaleza, como las tormentas, las alturas o la oscuridad, así como miedos hacia ciertos animales e insectos, como los perros, serpientes o arañas.
Adicionalmente, existen fobias que giran en torno a la salud, como el miedo a la sangre, a las inyecciones y a los procedimientos médicos, así como temores más inusuales, como el atragantarse, vomitar, los ruidos fuertes o incluso los payasos.
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Las personas afectadas suelen tener la capacidad de reconocer que su miedo no es racional, pero la intensidad de la ansiedad les impide controlarlo. Es común que la ansiedad aumente conforme la situación o el objeto temido se aproxima, ya sea de forma temporal o física.
La evasión es otro síntoma clave, ya que quienes sufren esas fobias realizan un constante esfuerzo por evitar el objeto o la situación temida, o se enfrentan a ella con niveles extremos de ansiedad, lo que puede generar dificultades en las actividades diarias.
Las reacciones físicas asociadas a las fobias son variadas e incluyen sudoración, palpitaciones, opresión en el pecho, dificultad para respirar, y síntomas de malestar como náuseas, mareos o desmayos, particularmente al estar cerca de situaciones que involucran su temor.
Si la ansiedad afecta de manera negativa su desempeño laboral, escolar o en situaciones sociales, se recomienda buscar la ayuda de un médico, otro profesional de atención médica o un especialista en salud mental.