El dinero de las pensiones de millones de trabajadores mexicanos ha sido canalizado a través de las Afore hacia proyectos inmobiliarios de alto valor, ajenos a las posibilidades económicas de quienes los financian con su ahorro.
En 2024, las administradoras de fondos para el retiro inyectaron más de 114 mil millones de pesos en instrumentos como los CKD y Cerpi, los cuales financian desarrollos residenciales de lujo o uso mixto, según datos de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar).
De los 37 fondos que recibieron inversión ese año, sólo uno tiene antecedentes de haber estado vinculado con vivienda social. El resto, como Be Grand o Thor Urbana Capital, desarrollan propiedades impagables para el mexicano promedio, que según el IMSS gana 622.86 pesos diarios.
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Con este ingreso, se requerirían casi 79 años de salario íntegro para comprar un departamento de Be Grand valuado en más de 17 millones de pesos en la colonia Tabacalera, Ciudad de México.
Esta tendencia refleja un fenómeno global conocido como la financiarización de la vivienda, que convierte los hogares en instrumentos de especulación financiera, denuncia Leilani Farha, ex relatora de la ONU.
En México, esta situación ha derivado en una paradoja: los trabajadores están financiando un mercado inmobiliario que los excluye.
A julio de 2025, la inversión de las Afore en CKD y Cerpi asciende a 613 mil millones de pesos, casi seis veces más que el financiamiento para carreteras. Aunque se trata de instrumentos con cierto riesgo, pueden representar hasta el 20% del portafolio de ahorro de quienes nacieron después de 1975.
Para académicos como Felipe Hernández Trejo, de la UAM Azcapotzalco, estos fondos terminan siendo “trajes a la medida” para las élites inmobiliarias, financiados con recursos públicos de largo plazo.