El consumo excesivo de azúcar es un problema de salud pública que está relacionado con patologías como la obesidad, la diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón.
Sin embargo, reducir su ingesta ayuda a prevenir esos problemas y también puede mejorar el estado de ánimo, la salud de la piel, la higiene dental, la función cognitiva y el rendimiento deportivo.
Es importante distinguir entre azúcares naturales y añadidos. Los primeros, presentes en alimentos como frutas y lácteos, son esenciales para la salud y suministro de energía.
Por otro lado, los azúcares añadidos, que se incorporan durante el procesamiento de alimentos y bebidas, no aportan beneficios nutricionales y deben ser limitados a 50 gramos diarios, según las recomendaciones de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos.
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Un estudio reciente publicado en BMC Medicine revela que un incremento del 5 % en azúcares añadidos puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas en 6 % y de ictus en 10 %.
Asimismo, el abuso de esos azúcares está relacionado con problemas de salud mental, inflamación crónica y enfermedades hepáticas.
Para disminuir su consumo, se recomienda evitar las bebidas azucaradas, leer las etiquetas nutricionales y optar por especias que aporten sabor sin necesidad de recurrir al azúcar.
Con simples cambios, es posible prevenir riesgos de salud y mejorar la calidad de vida y el bienestar general.