El iPhone 17 nació con la promesa de ser el teléfono más refinado que Apple ha puesto en el mercado. Su diseño minimalista, los nuevos acabados de color y la actualización de materiales fueron presentados como una apuesta por la resistencia y la sofisticación. Pero la realidad que viven los primeros compradores es muy distinta: apenas días después de salir de la caja, muchos dispositivos muestran un desgaste prematuro que ya tiene nombre propio en redes sociales y foros especializados: “Scratch-Gate”.
El problema no es menor. Los modelos Deep Blue y Space Black, tanto en el iPhone 17 Pro y Pro Max como en el iPhone Air, han mostrado vulnerabilidad en los bordes del módulo de cámara, fabricados en aluminio anodizado con terminaciones afiladas. Lo que debía ser una pieza de ingeniería estética terminó convirtiéndose en un talón de Aquiles: los bordes se rayan con objetos cotidianos como llaves o monedas, e incluso con el simple roce contra superficies duras. El resultado: microfracturas visibles en teléfonos que superan los $30,999 pesos mexicanos (cerca de 2,000 dólares en el caso del Pro Max de 256 GB).

La paradoja se vuelve más evidente cuando se revisa el costo de protección. La funda oficial de Apple se vende desde $1,099 pesos, una inversión adicional para mitigar un defecto estético que no debería existir en un dispositivo de gama ultra-premium. Para dimensionar: un usuario puede gastar más de $32,000 pesos entre teléfono y funda, solo para mantener intacta la promesa estética de Apple.
La polémica ha escalado rápidamente porque los daños no solo aparecen en teléfonos personales. Diversos medios especializados como MacRumors, Tom’s Guide y NotebookCheck han documentado casos en unidades de exhibición dentro de Apple Store que muestran arañazos en menos de 24 horas de uso, antes incluso de que decenas de manos pasen por ellas. Esto ha encendido la alarma: no se trata de incidentes aislados, sino de una vulnerabilidad de diseño.
Apple, por su parte, sostiene que el nuevo Ceramic Shield 2 hace que el vidrio trasero del iPhone 17 sea hasta tres veces más resistente a los rayones que el de la generación anterior. Pero ese avance no alcanza los bordes del módulo de cámara, justo donde se concentra el problema. Ahí, la combinación de aluminio anodizado, bordes afilados y acabados oscuros convierte cualquier roce en una cicatriz visible.

El contraste entre la narrativa oficial y la experiencia real ha generado un debate más profundo. ¿Hasta qué punto el diseño estilizado justifica sacrificar durabilidad? ¿Qué tan premium puede considerarse un dispositivo que exige una funda desde el primer día para mantener su valor estético? Para muchos, este es el recordatorio de que el iPhone es tan aspiracional como frágil: un símbolo de estatus que depende de accesorios adicionales para sobrevivir al día a día.
En redes sociales, las imágenes de arañazos se multiplican bajo la etiqueta “Scratch-Gate”, acompañadas de quejas que van desde la decepción hasta el sarcasmo. Y aunque Apple difícilmente reconocerá el problema como un defecto de fabricación, la presión pública podría empujarla a reforzar garantías o ajustar el diseño en futuras ediciones.
Por ahora, lo cierto es que los primeros compradores del iPhone 17 están pagando el precio de ser pioneros. Han invertido en el teléfono más caro de Apple, solo para descubrir que basta una moneda en el bolsillo para desafiar la promesa de perfección. La contradicción queda al desnudo: la joya tecnológica de Cupertino puede presumir de inteligencia artificial avanzada y cámaras de vanguardia, pero su talón de Aquiles está en algo tan sencillo como resistir un rasguño.