La mayoría republicana en el Senado de Estados Unidos inició intensas negociaciones para modificar la versión del plan fiscal y presupuestario del presidente Donald Trump, aprobada previamente por la Cámara Baja.
El objetivo es lograr su aprobación antes del 4 de julio, en medio de un margen legislativo estrecho y resistencias dentro del propio partido. El líder republicano en el Senado, John Thune, se encuentra en conversaciones a puerta cerrada con sus correligionarios para construir los apoyos necesarios.
Uno de los principales obstáculos es la oposición del senador Rand Paul, quien ha advertido que el plan elevaría el déficit nacional en varios billones de dólares. La Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) estima que la legislación aumentaría la deuda nacional en unos tres billones de dólares en la próxima década.
Otros senadores conservadores han pedido más recortes al gasto público, mientras que el ala centrista expresa su rechazo a las reducciones en programas sociales como Medicare y Medicaid.
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La propuesta, promovida por Trump como un “gran y hermoso proyecto de ley”, busca ampliar los alivios fiscales aprobados durante su primer mandato, además de incluir exenciones a propinas, horas extras y compras de automóviles fabricados en el país.
También contempla mayores fondos para endurecer la política migratoria y recortes por más de un billón de dólares a programas de asistencia social.
Desde la Casa Blanca, la portavoz Karoline Leavitt defendió el plan y acusó a quienes se opongan de favorecer un alza de impuestos para los ciudadanos. Por su parte, los demócratas calificaron la iniciativa de “monstruosidad partidista” y alertaron sobre sus consecuencias económicas.
En este contexto, el Senado se prepara para una de las votaciones más complejas de la actual legislatura, marcada por divisiones internas y presiones externas.