Shrinkflation: pagar más por menos
evangelio | 5 julio, 2025

Vas al supermercado, compras tu marca de siempre, pagas lo mismo o incluso un poco más. Pero al llegar a casa, te das cuenta de que el envase es más pequeño, las porciones más reducidas o el producto parece haberse encogido. No es percepción. Es estrategia. Se llama shrinkflation: la inflación encubierta que consiste en reducir la cantidad de producto sin modificar el precio.

Este fenómeno, que ya se registra en decenas de países, también afecta a México. Según la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), al menos 40 productos analizados en 2023 presentaron disminuciones de contenido sin aviso claro al consumidor. Desde cereales hasta papel higiénico, pasando por botanas, yogures, aceites y detergentes. En algunos casos, se eliminaron gramos. En otros, unidades. En todos, se mantuvo el precio, o incluso se incrementó.

El término shrinkflation, combinación de shrink (encoger) e inflation, fue popularizado por economistas británicos, pero su práctica es global. En teoría, es legal. Las empresas pueden modificar su presentación siempre que el contenido esté claramente indicado. En la práctica, es opaca. Se cambia el diseño del empaque para disimular el recorte, se suavizan las palabras (“nueva imagen”, “práctico tamaño”) y se evita informar que se está entregando menos.

En un país como México, donde más del 60% de la población activa gana entre uno y dos salarios mínimos, el impacto es profundo. No es solo una cuestión de percepción, sino de poder adquisitivo. Reducir en 20 gramos un producto básico, mantener su precio y repetir la operación en cientos de productos termina por erosionar el ingreso familiar sin que aparezca en las estadísticas oficiales de inflación.

Según el Banco de México, la inflación general en 2023 fue de 4.66%. Pero esa cifra no contempla los efectos indirectos de la shrinkflation, lo que significa que las familias enfrentan un encarecimiento mayor del que reportan los indicadores. El consumidor no solo paga más: recibe menos.

En Michoacán, donde una parte significativa de la población vive en zonas rurales o compra en pequeños comercios, la shrinkflation es aún más difícil de detectar. Los empaques se ajustan sin supervisión constante, los precios varían por región y muchas familias, al no revisar etiquetas, asumen la reducción como una anomalía, no como una política sistemática.

El fenómeno tiene también un impacto psicológico. El consumidor siente que algo cambió, pero no puede nombrarlo. Cree que exagera, que recuerda mal, que tal vez el producto siempre fue así. Esa incertidumbre erosiona la confianza en las marcas, pero también en el sistema económico.

La respuesta institucional ha sido mínima. La Profeco ha emitido recomendaciones y publicado comparativos, pero no existe una regulación que obligue a informar de forma clara y visible cuando un producto ha reducido su contenido. En un país con altos niveles de desigualdad y baja educación financiera, la asimetría de información favorece al productor y castiga al consumidor.

La shrinkflation es, en el fondo, una estrategia de supervivencia empresarial ante la inflación. Pero su costo social es alto. Porque convierte el acto cotidiano de comprar en un ejercicio de engaño tolerado. Y porque se ensaña, sobre todo, con quienes menos margen tienen para darse cuenta.

Pagar más por menos no es solo una tendencia global. En México, es una política silenciosa. Y mientras el Estado no la nombre como tal ni la regule con firmeza, el consumidor seguirá asumiendo que su quincena rinde menos porque todo sube. Cuando la verdad es más incómoda: lo que baja es lo que lleva en la bolsa.

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