A 35 años del inicio del libre comercio en América del Norte, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) ha beneficiado principalmente a grandes empresas trasnacionales, sobre todo estadounidenses, que han incrementado su presencia en territorio mexicano gracias a los bajos costos de manufactura y los salarios precarios, inalcanzables en sus países de origen.
De acuerdo con Óscar León, catedrático de la UNAM, sólo 515 grandes corporativos explican el 75 % de las exportaciones mexicanas.
León destacó que México se ha insertado en un modelo de especialización dentro de las cadenas globales de valor, lideradas por estas compañías, dejando fuera a las pequeñas y medianas empresas mexicanas, que representan el 99 % del total nacional.
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Sectores como el automotriz, eléctrico, electrónico y médico son los principales receptores de inversión extranjera directa y los que concentran las exportaciones, pero bajo el control de capital foráneo.
Incluso en el agro, donde México ha destacado con productos como aguacate, jitomate, berries y tequila, la dominancia sigue en manos de grandes firmas, muchas de ellas estadounidenses, que concentran un negocio estimado en 50 mil millones de dólares anuales.
Este escenario, según el especialista, refleja una inserción subordinada en el comercio internacional.
En un contexto marcado por el regreso de Donald Trump a la presidencia de EE. UU., León llamó al gobierno de Claudia Sheinbaum a revisar críticamente el T-MEC y valorar si conviene mantener la dependencia de un acuerdo que, en sus palabras, funciona como una herramienta de presión política más que como un instrumento de desarrollo económico para México.