La tarde del viernes, Zamora fue sacudida por una tormenta repentina que dejó muerte, caos y una ciudad colapsada. En menos de una hora, ráfagas de viento, granizo y lluvias torrenciales anegaron calles, derribaron árboles y estructuras, y provocaron la trágica muerte de un joven repartidor, aplastado por un árbol mientras cumplía con una entrega.
El incidente ocurrió en una de las vialidades más transitadas del centro. La víctima quedó atrapada bajo el tronco y, pese a la presencia de testigos, los cuerpos de emergencia tardaron en llegar debido al colapso vial generado por la tormenta. La motocicleta y los paquetes que transportaba quedaron esparcidos en la escena.
El fenómeno meteorológico, que se extendió por poco más de 40 minutos, también causó daños materiales en al menos una decena de colonias. Se reportaron techos desprendidos, espectaculares derrumbados, apagones y decenas de vehículos dañados. Videos difundidos en redes sociales mostraron calles transformadas en ríos y estructuras que cedieron ante la fuerza del viento.
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En respuesta, autoridades municipales desplegaron cuadrillas de limpieza y rescate. El presidente municipal, Carlos Soto, reconoció la gravedad del evento y pidió a la ciudadanía extremar precauciones ante un clima que, dijo, “ya no obedece a los ciclos de antes”.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) había advertido sobre tormentas aisladas en el occidente del país, pero la intensidad en Zamora superó cualquier previsión. Ante ello, organizaciones civiles y vecinos exigieron al gobierno local una revisión urgente del arbolado urbano, el fortalecimiento del drenaje pluvial y protocolos más eficaces de alerta temprana.
Lo ocurrido revive una inquietud que recorre muchas ciudades intermedias del país: ¿qué tan preparada está una comunidad como Zamora para enfrentar una emergencia cuando la naturaleza decide irrumpir sin previo aviso? En la era del cambio climático, la infraestructura sigue corriendo detrás del desastre.