Esa inquietante sensación de que tu teléfono te escucha es más común de lo que crees, hablas con un amigo sobre salir a comer y, de repente, ¡zas! Un anuncio de un restaurante en Instagram.
¿Te espían? Aunque la idea de una escucha pasiva constante está bastante difundida, la realidad es más compleja y, para algunos, más perturbadora.
Estudios han demostrado que el espionaje auditivo constante sería costoso y detectable; sin embargo, sí se graban interacciones con asistentes de voz como Google Assistant o Alexa, lo que alimenta la mejora de la IA y, potencialmente, vulnera tu privacidad.
Incluso iniciativas como “Active Listening” (ahora descontinuada) intentaron usar fragmentos de audio para afinar la publicidad.
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Pero el quid de la cuestión no está tanto en el micrófono, sino en un vasto sistema de recolección de datos: capturas de pantalla, rastreo de actividad en múltiples dispositivos, información de comercios, ubicación constante, conexiones sociales, metadatos de llamadas y mensajes… Todo analizado con algoritmos para predecir tus necesidades y ofrecerte anuncios “mágicos”.
¿Qué hacer? Desactivar grabaciones de voz en asistentes, revisar permisos de apps, activar la verificación en dos pasos y usar redes seguras son algunas opciones.
Sin embargo, la base del internet actual es el comercio de datos. Como dicen, “si no pagas por el producto, el producto eres tú”.
Comprender este complejo ecosistema es clave para proteger tu privacidad.