La Franja de Gaza se ha convertido en escenario de un inquietante fenómeno: el turismo de guerra.
Decenas de personas, incluidos visitantes extranjeros, se reúnen cada día en miradores del lado israelí para observar en tiempo real los bombardeos y explosiones, en una práctica que mezcla el morbo, la insensibilidad y la banalización del sufrimiento humano, según informa Excélsior.
Videos difundidos en redes sociales muestran a asistentes con binoculares y bebidas, presenciando el horror como si fuera un espectáculo.
Esta práctica se enmarca dentro del llamado turismo negro, o dark tourism, que abarca visitas a lugares marcados por la tragedia o la muerte. Sin embargo, su versión más extrema —el turismo de guerra— ha generado una oleada de críticas en el contexto del actual conflicto entre Israel y Palestina.
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La frontera con Gaza se ha convertido en una atracción de alto impacto, con agencias que ofrecen tours de hasta 800 dólares para ver la guerra desde puntos elevados como el mirador de Sderot.
Organismos internacionales y activistas han denunciado esta tendencia como un síntoma alarmante del consumo de violencia en la era digital.
Más allá de las motivaciones individuales —que van desde la solidaridad hasta el puro entretenimiento—, el fenómeno plantea interrogantes éticos sobre la mercantilización de la guerra y el papel de los espectadores frente a la tragedia ajena.
Algunos visitantes justifican su presencia como una forma de comprender el conflicto desde una perspectiva cercana. No obstante, otros parecen encontrar satisfacción en el caos.
La risa entre explosiones y el uso recreativo de prismáticos refuerzan la percepción de que, para algunos, la guerra se ha convertido en una experiencia turística más, alejada de toda empatía.