Las relaciones entre la Unión Europea (UE) y China, históricamente complejas, podrían estar entrando en una nueva fase.

Si bien las tensiones se han incrementado en los últimos años debido a desacuerdos sobre la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría cambiar el panorama.

La guerra comercial de Trump, dirigida tanto a la UE como a China, podría impulsar un acercamiento entre Bruselas y Pekín para resistir la presión de Washington. Algunos analistas sugieren un posible “reinicio” en las relaciones, aunque la situación sigue siendo incierta.

La UE ya buscaba reequilibrar su relación con China desde antes, como lo demuestran los viajes de Ursula von der Leyen y Emmanuel Macron en 2023; además, la UE ya sopesaba una estrategia de reequilibrio frente a Pekín en 2017.

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Entre los obstáculos a la cooperación se encuentra la percepción china de la UE como débil y dividida, así como el nombramiento de Lu Shaye, conocido por su diplomacia agresiva, como enviado especial para las relaciones con Europa.

Para la UE, la estrecha relación entre Pekín y Moscú, evidenciada por la participación de Xi Jinping en el desfile militar del Día de la Victoria en Moscú, y la contribución china a la invasión rusa de Ucrania son barreras importantes.

Kaja Kallas, alta representante de la UE, ha calificado a China como “el principal facilitador de la guerra de Rusia”.

En este contexto, la UE busca un ajuste estratégico pragmático que le permita mitigar los efectos de la política comercial de Trump sin comprometer sus valores e intereses. La UE también sigue atenta a los riesgos asociados a la inversión china en sectores estratégicos y la protección de datos.

En lugar de un cambio radical, la UE parece buscar un ajuste táctico, suavizando el lenguaje y buscando un “compromiso constructivo” con China para ganar opciones y margen de maniobra frente a Estados Unidos, sin renunciar a la reducción del riesgo en las relaciones con el gigante asiático.