Los uruguayos votaron este domingo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, definiendo el futuro político de la nación en una reñida contienda entre el candidato de la oposición de centroizquierda, Yamandú Orsi, y el conservador Álvaro Delgado, actual representante de la continuidad.
La jornada electoral culmina un año marcado por trascendentales elecciones en el ámbito global y se ha presentado con una población de 3.4 millones de habitantes.
Las encuestas de opinión indican que la batalla entre Orsi y Delgado será muy cerrada, con una proyección de menos de 25 mil votos de diferencia entre ambos.
A diferencia de los entornos polarizados que han caracterizado a las elecciones recientes en países vecinos como Argentina y Brasil, el clima político uruguayo se destaca por su moderación y por las coincidencias entre las diversas coaliciones.
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Los temas que más preocupan a los votantes son el alto costo de vida, la desigualdad y la violencia, aunque la economía muestra signos de mejora, con una reducción en la inflación y un crecimiento tanto del empleo como de los salarios reales.
En la primera ronda, Orsi obtuvo el 43.9 % de los votos, mientras que Delgado se llevó el 26.8 %, apoyado ahora por el conservador Partido Colorado, cuya fusión con el Partido Nacional sumó casi el 42 % de los sufragios.
Mientras ambos candidatos intentan captar el apoyo de 8 % de los votantes que en octubre optaron por partidos menores, la dinámica de la campaña ha sido relativamente tranquila, y los recientes debates han tenido un impacto limitado.
Uruguay se enfrenta a la pregunta de si podrá contrarrestar la tendencia global de erosión del apoyo a los partidos en el poder.
Sin embargo, la solidez de su economía podría favorecer a Delgado, quien sostiene que “hay pocos indicios de que los votantes estén clamando por un cambio político significativo”.