En las calles del Centro Histórico es posible encontrar una artesanía poco común: pequeños venados elaborados a mano con perlilla, una fibra que se obtiene de la paja del maíz. Detrás de estas piezas están artesanos originarios de Temoaya, Estado de México, quienes desde hace unos 15 años se dedican a preservar este oficio.
El proceso, explican, comienza cuando la planta aún está verde. La perlilla se corta y se deja secar para que la hoja pierda humedad y se desprenda por sí sola. Con ese material se construye la figura paso a paso, iniciando por las patas, dentro de las cuales colocan un cuadrito de zacate para dar soporte. Pequeños fragmentos de madera funcionan como “huesos” internos para que la estructura quede firme. Todo se va uniendo con alambre, lo que permite moldear la postura del venadito.
Después vienen los detalles: orejas, moños, ojos y un barniz que proporciona el tono café que caracteriza a estas figuras. Los artesanos ofrecen tres tamaños mini, mediano y grande, con precios que oscilan entre 200 y 380 pesos.
Aun así, su permanencia en Morelia no ha sido sencilla. Al no contar con un espacio fijo ni con reconocimiento formal como artesanos, deben desplazarse constantemente por distintas calles del Centro para vender sus piezas. La exposición al sol y el movimiento diario deterioran parte de su mercancía, lo que representa una pérdida para ellos.
Pese a las dificultades, continúan visitando la capital michoacana con la esperanza de que más personas conozcan su trabajo y valoren la dedicación necesaria para crear cada venadito. Invitaron a quienes los encuentren en su recorrido por el Centro Histórico a apoyar esta tradición que en Temoaya ha pasado de mano en mano durante generaciones.