Volver al Centro de Morelia: el rescate que nadie aplaude, pero todos notan
evangelio | 29 junio, 2025

Durante años, caminar por el Centro Histórico de Morelia implicaba sortear toldos metálicos, cables colgantes, mercancías desbordadas y un ruido constante que ahogaba la experiencia urbana.

La joya colonial de la ciudad, reconocida por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 1991, se había convertido en un corredor de saturación comercial más que en un espacio para la vida pública. En calles emblemáticas como Valladolid, Abasolo o Allende, la arquitectura virreinal funcionaba apenas como fondo sepultado tras lonas, anuncios y estructuras improvisadas.

Ese paisaje comenzó a cambiar. Sin campañas ostentosas ni cortes de listón, el Ayuntamiento de Morelia ha desplegado en los últimos meses un proceso de recuperación urbana que, aunque parcial, resulta visible. Calles despejadas, atrios liberados, cruces peatonales habilitados y una circulación más fluida en zonas antes dominadas por el ambulantaje son señales de una transformación en curso.

Lo destacable no es solo el resultado, sino el enfoque: en lugar de imponer sin alternativas o claudicar ante el desorden, la estrategia municipal ha consistido en reordenar con base en opciones reales. Los operativos de retiro han estado acompañados de acciones paralelas como contención urbana, restauración de espacios públicos y una regulación más activa y visible del comercio informal.

Este cambio no nació de improviso. En 2023, uno de los movimientos clave fue la rehabilitación del antiguo Cuartel de San Juan, un inmueble patrimonial que hoy alberga alrededor de 400 locales comerciales. El espacio fue ofrecido como alternativa para comerciantes previamente establecidos en el Centro Histórico, lo cual permitió liberar zonas críticas sin confrontación directa ni desplazamientos sin destino. La decisión, sin embargo, no estuvo exenta de críticas: algunos sectores acusaron falta de diálogo o condiciones desiguales en la reubicación, señalando que el traslado implicó también una pérdida de visibilidad comercial. A pesar de ello, la medida permitió despresurizar calles históricas largamente saturadas.

Además, sitios aledaños como Capuchinas y Plaza San Francisco han sido intervenidos recientemente a través del Programa de Rescate de Barrios, que ha incluido trabajos de pintura, limpieza, señalética e iluminación. Aunque estas acciones no representan una transformación estructural, sí devuelven orden, visibilidad y sentido de pertenencia al espacio público.

La diferencia es tangible. Hoy es posible recorrer Allende sin zigzaguear entre estructuras metálicas, apreciar la fachada de la Catedral sin toldos que la oculten o caminar por el andador Valladolid sin la constante sensación de estrechez. El turismo se mueve con mayor naturalidad, el comercio establecido recupera presencia, y la ciudadanía encuentra un entorno más legible y transitable. El espacio público, históricamente disputado entre lo privado y lo común, empieza a parecer eso: público.

La recuperación del Centro no está concluida. Persisten retos como un plan integral de movilidad, accesibilidad universal y una gestión más transparente y sostenida del uso del espacio urbano. Pero lo avanzado hasta ahora demuestra algo fundamental: es posible recuperar lo común sin criminalizar la informalidad ni renunciar al patrimonio.

En una ciudad donde el desorden ha sido por años parte del paisaje, y donde la política suele usarse para postergar decisiones difíciles, la intervención firme pero silenciosa del corazón histórico de Morelia representa un gesto valioso. No busca aplausos, pero todos lo notan.­

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