Este jueves, un operativo ejecutado por la Fiscalía de Michoacán en el municipio de Zacapu, Michoacán, derivó en una situación de alta tensión.
Agentes ministeriales fueron agredidos, desarmados y retenidos por pobladores tras asegurar una huerta de aguacate presuntamente vinculada con actividades ilícitas.
El incidente encendió las alertas en el gobierno estatal y reavivó el debate sobre el control territorial del crimen organizado en el sector agrícola de la región.
Los hechos ocurrieron en las inmediaciones de la tenencia de Tiríndaro, donde los agentes acudieron a ejecutar una orden de aseguramiento sobre un predio agrícola.
De acuerdo con investigaciones preliminares, en ese terreno se presume la existencia de tala clandestina, ocupación ilegal de tierras y posibles operaciones de lavado de dinero.
Minutos después del inicio del operativo, decenas de personas armadas con palos, herramientas agrícolas y machetes llegaron al lugar.
Rodearon a los ministeriales, los desarmaron, les quitaron radios de comunicación y los mantuvieron retenidos por cerca de tres horas, durante las cuales fueron agredidos física y verbalmente.
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La situación fue finalmente contenida por elementos de la Guardia Civil, quienes intervinieron para permitir la salida de los agentes sin más altercados.
La huerta asegurada no es un caso aislado. En los últimos años, múltiples predios aguacateros en la región han sido objeto de denuncias por presuntos vínculos con actividades ilegales.
Productores han reportado presiones para el despojo de tierras, cobros de piso y control logístico por parte de grupos armados.
Las autoridades estatales han reconocido que la expansión del cultivo del aguacate ha sido acompañada, en ciertos casos, por la infiltración de intereses criminales.
Michoacán es el principal productor de aguacate en el país y el mayor exportador a nivel global. Sin embargo, este auge agrícola convive con disputas territoriales, amenazas a jornaleros, apropiación irregular de predios y estructuras de protección armada disfrazadas de organizaciones comunales. La línea entre legalidad y crimen en el campo michoacano es cada vez más delgada.
La Fiscalía confirmó que la investigación sobre lo ocurrido en Zacapu sigue abierta. El predio permanecerá asegurado, y se analizan posibles responsabilidades penales por la retención ilegal de servidores públicos.
Hasta el momento no se han anunciado detenciones. Especialistas advierten que este tipo de incidentes representan un reto institucional de gran calado.
“Lo que está en juego no es solo una propiedad. Es la capacidad del Estado para ejercer la ley en territorios donde ya existen estructuras de poder paralelas”, advirtió un académico de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, consultado tras los hechos.
Contexto
Aunque Zacapu no suele figurar entre los municipios más violentos de Michoacán, forma parte de un corredor agrícola donde las fronteras entre legalidad, informalidad y crimen se vuelven cada vez más borrosas.
La alta rentabilidad del aguacate, el desorden en la tenencia de la tierra y la débil presencia institucional han facilitado la aparición de conflictos complejos donde actores económicos locales se ven atravesados por dinámicas delictivas.
Reflexión final
La agresión sufrida por agentes ministeriales durante el operativo en Zacapu no es un episodio aislado, sino un síntoma de una enfermedad más profunda: la captura de territorios enteros por redes que combinan economía informal, defensa armada y rechazo a la autoridad.
Sin una política integral que fortalezca la seguridad pública, resuelva los conflictos agrarios y ponga límites reales al poder fáctico en el campo, la disputa por la tierra —y por el aguacate— continuará tiñendo de tensión y violencia el paisaje rural de Michoacán.
Como desenlace adicional del operativo, se reportó que durante el retiro del convoy oficial una patrulla de la Fiscalía impactó accidentalmente una motocicleta. El hecho dejó a dos mujeres heridas, quienes fueron trasladadas a un hospital para recibir atención médica