Aunque no tuvo una implicación de manera directa, el deporte formó parte de los detonantes que desembocaron en el movimiento estudiantil de 1968, que a la postre, derivaría en la masacre de Tlatelolco cometida por el Estado Mexicano.

De acuerdo con la historia, el 22 de julio de 1968 se realizó un partido entre estudiantes de las vocacionales 2 y 5 contra alumnos de la escuela Isaac Ochoterena, la cual estaba incorporada a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El encuentro que se desarrolló en la Ciudadela concluyó con una pelea entre ambos bandos, y aunque parecía que todo había quedado en un incidente pasional, al día siguiente los estudiantes se volvieron a enfrascar en un enfrentamiento.

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Dicha situación fue aprovechada por las autoridades policiales del entonces Distrito Federal, quienes, en un claro ejercicio de abuso de poder, reprimieron salvajemente a los estudiantes.

Incluso, hasta el día de hoy sobrevive la leyenda urbana de que a cada policía se le ofreció diez pesos, de esos tiempos, como recompensa por cada estudiante que llevaran detenido, lo que desató la violencia desbordada.

A partir de ese suceso, la organización estudiantil tomó fuerza y alumnos de la UNAM, Politécnico y Chapingo, así como de instituciones de provincia, comenzaron a crear un frente sólido nacional que se manifestó ante el autoritarismo.